julio 29, 2009

Compartir para crecer

Compartir para crecer

Cuando una persona comparte lo que tiene con los demás sin esperar nada a cambio ayuda a otros a ser más humanos, en consecuencia crea una mejor sociedad.

Todos quienes vieron la película Cadena de favores de la novela de Catherine Ryan Hyde y el joven actor Haley Joel Osment, deben recordar que en esta se plantea la idea de que cada uno de nosotros puede hacer su parte para cambiar al mundo, solo con ayudar a tres personas y decirles que no le devuelvan el favor sino que, a su vez, ayuden a otras tres y así sucesivamente, en progresión geométrica.

Compartir sirve para tomar en cuenta que la vida se maneja bajo principios y uno clave es la convivencia, en la cual todos los seres humanos crecemos y somos felices en el momento que ayudamos a otra persona. Según el psicólogo Samuel Merlano la felicidad nunca se la consigue directamente sino indirectamente, es decir, transmitiendo a los demás alegría, cubriendo en ciertas formas las necesidades básicas, dando no solo cosas materiales, sino también de índole emocional y espiritual.

‘Pon el agua sobre las aguas que algún día llegará a ti’, es un pensamiento del libro Eclesiastés. Significa que todo lo que las personas dan o comparten con los demás, pronto nos regresará abundantemente.

La psicóloga clínica Cecilia Chávez Bowen de Larrea concuerda con tal frase, más aún por experiencia propia. “En mi familia siempre nos inculcaron la noción de que al ayudar a alguien, esa persona no necesariamente nos retribuirá el favor, pero siempre habrá alguien que nos ayude a nosotros o a nuestros seres queridos. Personalmente pude confirmarlo. Nos decían “las campanas dan dan” y es cierto. Todo bien que uno hace a otros es retribuido siempre”.

Chávez, además, es partidaria de la educación en valores y la solidaridad; y el compartir, es uno de los más valiosos. Es el que nos permite ser realmente humanos. A nivel mundial hay grupos independientes de personas que se unen con una finalidad altruista y comparten algo.

Se observa chicos que viajan a lugares lejanos para ayudar a construir casas en barrios pobres. Un ejemplo es Toni Ruttimann, conocido como Toni el Suizo, quien vino a construir puentes a nuestro país para ayudar a las comunidades.

“Si alguien dentro de las comunidades está pasando necesidades, es importante que los demás que están en mejores condiciones extiendan sus manos. Esto no solo crea un ejemplo a nivel social, sino que se fomenta la amistad, el compañerismo y la solidaridad. Nos hacemos más humanos y compasivos con el dolor ajeno”, agrega Merlano.

Sentimientos o esperanzas.

Pero ¿qué se comparte? Los psicólogos concuerdan en aquello que se tiene, lo que se sabe, los sentimientos y las esperanzas. Realmente la gente puede compartirse como padres, como parejas y como ciudadanos ¿De qué manera? Siendo amables con los desvalidos, consolando a quienes sufren, acompañando a quien se siente solo, escuchando, aportando con buenos consejos o visitando a un enfermo. “Parece exagerado, pero saludar a un anciano logra que este sonría y podría marcar la diferencia en su día a día. Como profesionales, atendiendo a quienes no tienen recursos económicos, como labor social”, indica Chávez.

Como padres, agrega Merlano, se debe enseñar el valor de compartir a sus hijos desde que estos manejan el lenguaje mediante el ejemplo. Es recomendable que al principio se lo establezca como una norma dentro de la casa, pero posteriormente ya llegará a ser un hábito y un aprendizaje de vida.

Se podrá compartir los víveres con los hermanos, amistades, compañeros de estudio o el vecino. En el momento en que se muestra este acto de generosidad a alguien más este aprende, se hace mejor ser humano. Pero siempre hay que dar con alegría, porque cuando no es así, lo que se transmitirá es haberlo hecho por presión u obligación. En cambio, si se lo hace voluntariamente el impacto es mayor, porque se transmite una enseñanza, según Merlano.

Otra forma de enseñarles a los niños a compartir, como Chávez hace con su hija, es sugerirles que recojan mascotas abandonadas y las lleven a una fundación de protección, para luego irlas a visitar y darles un poco de su tiempo y afecto. De esta forma comparten sus ilusiones y sus deseos de ayudar. Pero lo que no deben hacer los padres es enojarse cuando sus hijos prestan los útiles escolares, porque lo único que logran es que su deseo de compartir se vea anulado. Otros, en cambio, piensan que se debe compartir como una manera de dar gracias por lo que se tiene, porque no cuesta nada y lo más importante, nos hace mejores personas.

No fomente el egoísmo.

Cuando no se enseña a compartir se fomenta el egoísmo, la tristeza y las tensiones. Además crea en el ser humano tendencias neuróticas, dice Merlano, porque todo lo está centrando en sí mismo.

El dar algo de lo que uno tiene a los demás también es muestra de amor. Hay hermanos o familiares que mantienen este hábito aunque estén lejos. Ellos siempre están pendiente de las necesidades tanto materiales, espirituales o emocionales de sus allegados. O si están haciendo fortuna siempre piensan en que su familia también crezca integralmente, es decir, en todas las áreas de su vida. Son seres generosos que no solo se centran en sí mismos, sino en los demás.

En muchos casos esta forma de ser depende de la educación que recibieron de sus padres en el hogar y en otros de la personalidad y reflexiones internas.

Asimismo, entre las parejas, el compartir es uno de los lenguajes de amor donde cada uno da lo mejor de sí, pero también se está pendiente de los detalles que cada uno requiere.

Esto ayuda a fortalecer la afectividad, la comunicación y la unidad, según Merlano. Pero cuando no es así, se crea distanciamiento, se fomenta el egoísmo y la independencia, es decir, que cada uno piensa solo para sí y no es buen ejemplo para los hijos.

Autor.La revista El universo

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